domingo, 30 de septiembre de 2012

Gobiernosa S.A


La libertad empresarial y la propiedad privada son dos cosas totalmente necesarias para el desarrollo del capitalismo en cualquier Estado, y así vienen reconocidas en nuestra Constitución, pese al artículo 131.1 que permite una planificación económica.
La empresa, en un sistema capitalista, es fundamental para generar riqueza, y por ello debe de ser cuidada y tratada con la importancia que merece. Pero no podemos olvidar que la empresa es un negocio, y que busca el beneficio de un grupo determinado de gente –no seamos malpensados e incluyamos a los trabajadores en el beneficio que genera esa empresa-. Una empresa con problemas puede hacer numerosos ajustes: despidos, rebajar el sueldo, ajustar la producción, abrirse a nuevos mercados y todo un amplio abanico de medidas que seguro que cualquier otra persona sabe mejor que yo.
En una empresa, o cualquier sociedad capitalista, esas medidas son legítimas y entendibles. Si un trabajador, al sufrir la rebaja de sueldo, se siente ultrajado o menospreciado, puede dejar la empresa y tratar de entrar a otra. Hay una libertad para elegir. Pero eso no ocurre en el Estado.
Llevamos un tiempo viviendo lo que yo llamaría una empresarialización de la vida política, no solo a nivel nacional sino a nivel mundial. Cada vez son más los partidos políticos que muestran como aval el éxito empresarial de sus candidatos, o los empresarios que usan su prestigio para entrar en política. En España está el ejemplo de Mario Conde y sus tentativas de entrar a la política o, en Córdoba, Rafael Gómez, alias Sandokán, quedando su grupo en segundo lugar en las municipales de mayo de 2011. Aunque probablemente sea Mitt Rommey, candidato republicano a la Casa Blanca, quien use de aval su gestión al frente de “Bain Company” -sin obviar la gestión de Massachusetts y los juegos de Salt Lake City- ante la ciudadanía. Los símiles han llegado ya al nivel de considerar España como una marca; "la marca España",  que repiten incansables los medios.Un producto consumible más, que para valer ha de ajustar a unas exigencias de mercado, sin tener en cuenta ningún otro factor.
El principal problema de este modo de ver la política es obvio: un Estado no es una empresa. Aplicar las medidas que se podrían aplicar a una empresa rara vez pueden funcionar. El ejemplo está en Grecia: el estado griego no puede despedir griegos, por mucho que la troika le incite a medidas de austeridad. Es cierto que Grecia puede que sea uno de los mayores ejemplos de dejadez y corrupción que haya en la Eurozona (no me olvido de mi España), pero no puede aquí aplicarse aquí teorías sobre la competencia o el libre mercado. 
Más de una vez he pensado para qué es la Unión Europea. He escuchado en boca de un eurodiputado que fue para evitar que Europa cayese en más guerras. Otros dirán que para favorecer el libre mercado y competir así con los Estados Unidos o China, y los más entusiastas –yo entre ellos- consideran la Unión Europea como el embrión de una Europa Federal. Pienso que, ante todo, Europa debería de ser una ayuda. Revisemos el concepto de Europa que teníamos antes de la crisis –prosperidad, garantías democráticas, progreso, intercambio cultural- y el de Europa actual, o Troika mejor dicho.
Los ciudadanos, en vez de abogar por el pragmatismo –pongamos un banquero retirado a tratar de hacer oro de las ruinas de un país- deberíamos de apostar por algo más idealista, haciendo el esfuerzo de razonar las proposiciones electorales que oigamos para separar la demagogia de lo realizable. Empezar a pensar como europeos y, en vez de pedir responsabilidades solo al Gobierno, empezar a pedírselas a la Unión. Porque creo que pedir que el BCE se comporte auténticamente como Banco Central, regulando la economía –en  vez de financiar a bajo interés  bancos que luego nos compran deuda soberana- o que se estructure la deuda de los integrantes para que estos la vayan asumiendo poco a poco sin que tengan que desmantelar su Estado no me parece ninguna utopía irrealizable.
Si algo estamos sacando en claro de esta crisis económica, es que es necesario que la política vuelva a ser un actor clave. Con una política fuerte puede canalizarse una economía que permita, al fin, que el destino esté en manos de los productores y no de los especuladores.

sábado, 29 de septiembre de 2012

La parábola de las chirimoyas


Ernesto Gandía abrió una frutería un buen lunes, no importa cuando. Tenía que ganarse el jornal, como toda persona para vivir, y abrir un negocio en el barrio que le vio crecer no le pareció mala idea. Ser autónomo, vaya. Comenzó a vender frutas, de temporada: encargaba a tal y cual proveedor, aunque también vendía algunas naranjas recogidas de la parcela heredada de su padre. Pormenores del negocio que no interesan al lector. Digamos que la frutería era normal.
Un buen día, la chirimoya llegó a consumirse de forma amplia, y era muy demandada. En un golpe magistral, Ernesto compró mil kilos de chirimoyas, endeudándose. No obstante, pensaba enriquecerse en breve con ellas. Las chirimoyas se pudrieron, no habiendo carro de la compra que soportase semejante volumen de la fruta sudamericana. Ernesto se arruinó y tuvo que responder con su patrimonio de las facturas. Si llegaba a reabrir, se lo pensaría bien antes de aventurarse con esas frutas. Esto sirvió de aviso a don Cosme, que tenía una frutería dos calles más abajo, y siguió ofreciendo a los clientes calidad y seguridad en vez de una loca empresa temporal.
Es una auténtica lástima que Ernesto no fuese banquero. Si fuese banquero, no habría quebrado. Las chirimoyas serían activos tóxicos y recapitalizarían su frutería. A lo mejor tendría que dimitir, pero ¡que mas daba! Su brillante gestión al frente de la frutería le había hecho merecedor de una pensión de varios millones de euros.
Es muy triste la situación actual de los bancos y cajas de ahorro españolas. Ayer se conocía al fin el informe de Oliver Wyman sobre el estado del sistema financiero español: necesita 59.300 millones de euros. Con el programa de fusiones en marcha, esta cifra se reducía a 53.745 millones de euros, que aun así sigue siendo una auténtica burrada, permítaseme la expresión. Hoy, además, se sabe que el 90´5 del PIB va destinado a pagar deuda soberana, es decir, la suma de la deuda pública y privada. El sistema bancario español (no olvidemos que gran parte de esa deuda soberana es debida a la mala situación de bancos y cajas) está resultando ser un enorme agujero negro.
La economía no es mi fuerte, aunque viendo los agoreros que pululan por diarios y programas de debates, parece ser que nadie es perito en el tema. Sin embargo, me llega una duda a la cabeza: ¿Qué mensaje estamos dando? No los españoles, ni los alemanes, ni el BCE, ni el FROB ni la Troika, sino el ser humano en general.
Desde pequeñito, vienen inculcándote los valores del esfuerzo y la constancia, de asumir culpas y errores. Constantemente, en el colegio, el instituto, la facultad (ahora con Bolonia los profesores parecen a veces madres) dicen que te esfuerces, que así llegarás a ser algo en la vida. Que merece la pena estudiar todos los días, o estudiar un idioma, para luego tener un buen trabajo (o tener trabajo directamente, en vista de la situación del paro juvenil, otro drama). Que la equivocación acarrea unas consecuencias, como suspender un examen, o que una persona ha de tratar de ser siempre innovadora y creativa para estar siempre sorprendiéndose a si mismo y a lo demás.
Ahora, sin embargo, ¿qué tenemos? Tenemos una serie de cajas y bancos que han estado dirigidas por unos tipos que han ido a por el pelotazo del ladrillo, todos como borregos a comprar casas y terrenos porque auguraban una revalorización constante (cosa bastante absurda). Desde luego, no han sido innovadores (¿invertir en I+D o nuevas tecnologías? ¿Qué eres, un progre?) ni esforzados o constantes, al ir siempre al pelotazo. Lo lógico, y no ya una lógica moral, sino capitalista, donde una empresa que deja de ser competitiva acaba quebrando, es que esos bancos hubiesen entrado en suspensión de pagos, el Banco de España rescatase (si, tampoco soy un neoliberal convencido) las cuentas de los clientes y que estos señores hubiesen ido al paro, respondiendo ellos de su desastrosa gestión con su patrimonio.
Los clientes habrían ingresado sus ahorros en otros bancos o cajas solventes, que para algo están haciendo bien las cosas, y no tendríamos que pagar este desperfecto. Porque, aparte del nefasto mensaje que están dando de que hagas lo que hagas estás salvado, mientras fruterías como las de don Cosme quiebran pese a hacer las cosas bien, parece ser que los bancos son capitalistas cuando solo a ellos les interesa.
No obstante, miremos esto por el lado bueno: aunque pobres, podemos sentirnos como ricos al decir que hemos invertido nuestro dinero en un banco. Puede que haya menos turrón en la casa de un funcionario estas navidades, pero podrá comprarse un monóculo de plástico y decir que es socio capitalista de Bankia.

martes, 25 de septiembre de 2012

Defensa del Congreso

Puedes leer el mismo artículo aquí, en el Diario Córdoba, con el cual colaboro.

De bichos y otros políticos.

Bajo este nombre, "Incorrectos Invertebrados" echamos a rodar en Internet. Ése lugar donde sólo sobrevive el más fuerte, o el que más seguidores tenga en twitter. De la mano de Francisco León Báez. y Antonio Vicente Ortega, además de otros autores invitados, se intentará hacer pensar al lector, acerca de las pequeñas noticias que estos tiempos nos traen. Además, por supuesto, de dibujar mental y virtualmente a ese peculiar país en el que vivimos, España, o al menos todavía se llama así...