El Tribunal de Justicia de la Unión Europea se ha
pronunciado sobre las condiciones en las que pueden ejecutarse los lanzamientos
hipotecarios, declarándolas abusivas. La sentencia sin duda alguna es
interesante desde muchos puntos de vista, como humano, jurídico, económico y
político.
No obstante, lo sangrante de la sentencia son las
declaraciones formuladas a raíz de esta. Y no es porque nadie relevante haya
salido a defender a ultranza la libre voluntad de ambas partes en un ámbito
como es el Derecho Privado donde la injerencia del Estado debería de ser
mínima; sino, precisamente, su benevolencia y buena disposición.
Que no se me malinterprete; la sentencia es justo lo que
necesitábamos. Responde a una humanización de las relaciones socioeconómicas
dentro de un territorio tan vasto como es la Unión Europea, una bofetada a la
ola neoliberal que sacude Europa debido al férreo dominio alemán. Supone un
freno al poder financiero, y porque no decirlo, la implantación de una justicia
retributiva: ellos crearon la burbuja inmobiliaria, obligando a la gente a
hipotecarse para acceder a un bien de necesidad básica como es la vivienda.
Ahora, por lo menos, tienen algún freno, en vez de iniciar una loca carrera de
desahucios para… dejar los pisos vacíos y devaluados, sin pagar los gastos de
la comunidad, todo sea dicho.
Mi crítica es, más bien, a la buena disposición que ha
tenido todo el mundo para aceptar esta idea tan básica, pero que no se
aplicaba. Desde el inicio de la crisis (año 2008/09) las hipotecas han supuesto
una fuente constante de injusticia material. Pero se han aplicado. Se han
aplicado los lanzamientos hipotecarios. Se ha aplicado férreamente la ley. Se
ha mandado a la policía y los bomberos para sacar de su casa a los inquilinos,
llegando estos mismos cuerpos a mostrar su disgusto por tener que ser los
ejecutores últimos de lo que en algunos casos han sido atrocidades. Todo
durante cuatro años de gobierno socialista (con todo mi perdón a los
socialistas verdaderos por poner este epíteto al PSOE) y casi dos años de
gobierno del Partido Popular no se ha modificado la ley. Ni se le ha dado
órdenes a la banca nacionalizada para que pare los desahucios de las cajas y
bancos que han sido rescatados con dinero público. Solo se ha aprobado una
especie de melifluo manual de buenas prácticas que imagino habrá servido para
tomar notas en sucio o calzar la mesa coja de algún directivo.
Nada. No se ha hecho nada. Pero a todos les parece genial la
sentencia. Todos tenían esta misma idea en la cabeza, el gobierno se compadecía
de los desahuciados y la banca lloraba los suicidios. El gobierno dice que
cambiará la ley, y la banca que le parece una sentencia razonable y constructiva. Desde el PSOE dicen que ¡ellos tenían
razón! A veces pienso en el PSOE, mi querido PSOE, un partido tan joven, con
ideas tan buenas, pero con tan mala suerte que jamás han podido gobernar y
poner en prácticas sus políticas…
Y es el problema de España: nadie ha hecho nada. Las cuentas
con fondos evadidos se crean solas. Las leyes de educación catastróficas se
redactan y aprueban solas. Se llega a niveles absurdos de déficit sin ninguna
injerencia, de forma autónoma. Achaquémoselo a la diosa Cibeles, o al fantasma
de Fernando VII, que aún debe de rondar por Madrid creando desbarajustes. Los
desahucios se han producido solos, y la crisis llegó, sola.
España es un país donde hemos apostado fuertemente por la
Ciencia: la ciencia infusa.
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