viernes, 3 de enero de 2014

Frankenstein y lo que debió haber muerto

El ser humano es, sin duda, el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Dos, tres, y las que sean necesarias. La falta de auto-criterio y la imposibilidad de aprender del pasado son probablemente dos de los factores que impiden a la sociedad evolucionar. Una venda que todos los seres humanos se han puesto alguna vez. El problema está en aquellos que son incapaces de quitársela, en la incapacidad para comprender que hay ideas que deben morir. Ideas que en su día nacieron para enseñarnos que a pesar de los avances de una sociedad, los seres humanos son fácilmente corrompibles y que capaces de atacar, reprimir y destruir a sus semejantes.
Hoy en día, aquellos que en su día no leyeron el libro correcto, han visto en esta crisis la oportunidad perfecta para extender el virus. Esta crisis, que como algunas voces proclaman, no es sólo económica, sino también de cultura, de valores y de razón. Los tres son eslabones necesarios para la libertad y la convivencia. Si uno de ellos falta, la sociedad queda desprotegida. Aquellos que a falta de tiempo libre para leer, se dedican a fomentar el odio, la intolerancia y el actuar contra el sistema represor. Aquellos que se ocultan tras una bandera para excluir a una parte de los miembros de su misma especie, por diversos motivos que sólo la incultura puede crear. 
Es fácilmente palpable que nos encontramos en el auge de la ultra-derecha en Europa. La agrupación política Amanecer Dorado, con gran respaldo popular, se ha introducido en el parlamento griego con la ayuda del nacionalismo más rancio que puede existir. Aquel que se creyó muerto en un búnker de Berlín hace más de sesenta años. Los síntomas son los mismos en otros países como Suiza, Noruega, Finlandia y Francia. Por suerte en España no existe un partido de ultra-derecha lo suficientemente fuerte como para entrar en el parlamento. Y no, el Partido Popular no vale. Aquellos que hablan del fascismo de este partido no se han parado a observar el crecimiento de agrupaciones juveniles y universitarias, algunas abiertamente neo-nazis, y otras que se ocultan tras máscaras de lucha social y progreso. Todas ellas creadas con el fin de atraer a jóvenes propensos, futuros seguidores de dichas ideologías. Sí, también existen totalitarismos de izquierdas, pero es en las crisis cuando la ultra-derechas tiene más posibilidades de afianzarse en la sociedad. 
La creencia de que el nacionalismo, la patria, la exclusión de inmigrantes, y el odio a todo aquello que supuestamente no forma parte de su país. Al escribir esto me resulta inverosímil que existan ciudadanos del siglo XXI capaces de pensar de esta forma. Estas ideas, que vienen a nosotros resucitadas por el peor de los Frankenstein. Por suerte existe esa máquina del tiempo que nos transporta a épocas pasadas y que nos permite saber la realidad de la historia, y conocer los errores que jamás debemos repetir.   

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